Una chica como otra cualquiera,
El chico mas popular del instituto,
Un mundo totalmente diferente que les separa.

9/12/12

Capítulo 24: París


Abrí los ojos muy confusa, estaba algo desorientada, no tardé mucho en darme cuenta de que me encontraba en mi habitación. Eran las once de aquella mañana tan esperada, todas las chicas de último curso deberían estar ya peinadas, maquilladas, esplendidas para esta noche.
Sonreí para mis adentros al recordar aquellos perfectos zapatos, luego la sonrisa se desvaneció cuando me acordé de Jack, ya debería haber salido del quirófano.  Cogí el teléfono rápidamente y marqué su número.
-¿Jack?-Pregunté al notar que alguien había descolgado el teléfono al otro lado.
-Nath…
-¡Jack!-Exclamé, estaba entusiasmada.- ¿Qué tal  estás?
-Todo ha ido bien, estoy perfectamente, no te preocupes ¿Tu qué tal?
-Genial, después de saber que te encuentras bien estoy mejor que nunca…
-En un par de semanas me tendrás allí dando vueltas.
-¿Un par de semanas?-Pregunté confusa.
-Quieren ver como progreso, dicen que es algo muy serio ¿Qué hiciste ayer?
Deseé que no me hubiera preguntado.
-Estuve tomando algo con Parker, parece buen chico.
-¿De un bando a otro en dos días? –Contestó Jack. Noté tono de desprecio.
-No comprendo lo que me quieres decir.
-¿Primero con los delincuentes y ahora te haces amiga del poli? –Me gritó.
-Sigo sin entenderlo.-Alegué.
-Déjalo. Solo espero que hayas mantenido la boca cerrada.
-¿No crees que estas siendo demasiado borde?-Me enfadé.
-Tengo cosas que hacer, luego hablamos.-Me dijo segundos antes de colgarme.
-Perfecto.-Exclamé para mis adentros. ¿Cosas que hacer? En un hospital.
Me senté en el sofá con la mirada perdida, no entendía nada de lo que estaba ocurriendo ¿Por qué Parker no me había dicho nada?
Comenzaban de nuevo los acertijos sin sentido.                                                                              Intentando encontrar una solución realista a mis problemas vi como un hombre fisgoneaba en mi jardín. Me armé de valor y salí.
El hombre se dio la vuelta.
-¿Vive usted aquí señorita?
-Así es.
-Usted no sabe que cuando uno se cambia de domicilio debe escribir sus datos en el buzón.-Me regañó indirectamente.
-No hemos tenido tiempo-Le contesté disculpándome, deduje que debía de tratarse del cartero.
-¿Su nombre?-Preguntó sacando una libreta.
-Es el domicilio de los Wilson.-Contesté.
-¿No son ustedes los Kimbrock?-Preguntó dudoso.
-Kimbrock es solo mi apellido.
-No salió bien el cuento de hadas.-Se burló.
-¿Cómo?-Le puse mala cara.
-¿Cuánto tiempo llevan aquí?
-Creo que no es de su incumbencia.
El cartero me miró  resentido por mi respuesta y se dio la vuelta para marcharse, cuando ya estaba a la altura de la puerta del jardín se volvió para hablarme.
-Bonito colgante. Señaló el llamador de ángeles.
-Gracias.-Intenté ser un poco más amable.
Comenzó a caminar  hacia mí.
-¿Me dejas verlo?-Preguntó.
-No. Comencé a asustarme.-Debería marcharse.-Le dije dando un paso hacia atrás.
-No te asustes Nathaly.-Dijo con una sonrisa de complicidad.-Pásalo bien esta noche.
Se marchó dejándome desconcertada ¿Cómo diantres sabía mi nombre?
 Encendí mi portátil  y antes de meterme en el navegador encendí el reproductor. Me encanta escuchar música, me relaja más que cualquier otra cosa. Además nosotros los humanos, tenemos una habilidad especial. Cuando nos deprimimos, en vez de escuchar alguna canción alegre que nos anime o nos suba el ánimo, decidimos que es mejor poner canciones tristes para deprimirnos aun más. Me decidí por Taylor Swift, nunca me ha fallado en un momento como este. Estaba apunto de sumirme en un sueño reflexivo cuando sonó la puerta.
-Buenos días.-Me dijo el chico con mucho entusiasmo.
-¿Quién eres?-Pregunté algo borde debido a mi anterior encuentro.
-Soy el cartero.-Contestó el joven algo asustado.-Estoy acostumbrado que me muerdan los perros de los jardines, no los dueños de la casa.
-¿El cartero? No puede ser. El cartero acaba de marcharse.
-Eso es imposible, esta zona es mía desde hace dos años. La señora Mymsi, frente a tu casa, me invita a sus galletas todos los martes, y el señor Pol, dos casas a la derecha  los viernes me da cupones de descuento para el supermercado, en el final de la calle, la hija mayor de los Stansons me tira los trastos.
-No entiendo nada.-Contesté confusa.
-Informare en la central-Contestó entregándome las cartas.-Debe haber un error. Buenos días.-Se despidió dirigiéndose a casa de la señora Mymsi.
Entré de nuevo en casa y miré  mi muñeca, mi reloj no estaba, debí de habérmelo dejado en la mesilla. Miré el reloj del salón, se  había hecho demasiado tarde. Me duché rápidamente y comencé a sentirme más relajada, notablemente mejor.
Decidí por alisarme el pelo completamente, era la segunda vez en mi vida que usaba aquel artilugio, mi pelo de por si ya era lo bastante liso.
Intenté acordarme de la primera vez que lo había utilizado y sonreí. Fue aquel día en el que Jack me invitó a salir para sacar de quicio a su hermana, aquella noche hablamos horas y horas,  lo echaba de menos.
Me miré en el espejo y fue una de las pocas veces que me sentía a gusto conmigo misma… Me vestí con mucho cuidado, aquel vestido tan caro tenía pinta de ser muy frágil, volví a mirarme en el espejo  y me sentí como una princesa, lamenté mucho que Jack no estuviera esta noche para poder verme.
Busqué con la mirada el reloj que debía de estar en la mesilla de noche. Cuando me acerqué vi que allí no estaba. Desvié la mirada y pude ver como el reloj yacía en el suelo detrás de la cama. Me acerqué  e intenté cogerlo, pero no llegaba… Hice el esfuerzo y alargué la mano un poco mas, pero fue inútil. Cuando decidí rendirme e incorporarme de nuevo, mi colgante se quedó enganchado en la colcha  y sin darme cuenta al hacer fuerza la fina cadena se partió y el llamador de ángeles de Jack resbaló quedando junto al reloj.
Me reincorporé enfadada maldiciendo todo a mí alrededor, estaba decidida a mover todos los muebles de mi cuarto para recoger el colgante, pero volvió a sonar el timbre, comenzaba a odiar ese estúpido sonido que me interrumpía constantemente.  Miré por la ventana, esta vez no se trataba de otro cartero, si no de Keith. Suspiré aliviada.
Keith parecía algo nervioso, caminaba de un extremo del porche a otro musitando palabras.
Me pinté los labios con un gloss transparente que Debora me había obligado a comprar  y me dispuse a  bajar. Volví a mirar la mesilla y la cama y decidí que recogería el colgante cuando volviese a casa.
Cuando abrí la puerta Keith seguía caminando cabizbajo de un lado del porche hacia otro.
-Vaya Nath, estas increíble…
-Gracias.-Sonreí.
-¿Vas a ir así?-Me preguntó frunciendo el ceño y señalando mis pies.
Miré mis pies, aun vestía los zapatos de andar por casa.
-Dios, que vergüenza.-Alegué.
-No me importa con lo que vallas, sabes que te quiero tal y como eres.
-No tardaré.-Le dije frunciendo el ceño.
Entré de nuevo a casa y subí a buscar los increíbles zapatos que Parker me había regalado. Cuando abrí la caja  y saqué los zapatos encontré un pequeño sobre, lo cogí rápidamente y bajé con el sobre en la mano.
-¿Estas lista?-Preguntó Keith, aun seguía riéndose.
-Tampoco es tan gracioso.
Entramos en el coche y me abroché el cinturón.
Abrí el sobre mirando de reojo a Keith para que no viese de que se trataba. <<Otra de las bromas de Parker>> Pensé.
Saqué la tarjeta “Te veo en el baile”. Coloqué mi mano en vertical para dejar caer el resto del contenido del sobre sobre ella. Lo que cayó del sobre resultó ser un colgante, un colgante con la forma de la torre de Eiffel.
-¿Y eso?-Preguntó Keith al ver mi cara de sorpresa.
-Un regalo de Debora.-Respondí sin pensar.
-¿Desde cuando os lleváis tan bien?
-No lo sé-Respondí desconcertada.
-Si habéis conseguido llevaros bien, algo que parecía imposible, también es posible que alguna vez me dejes demostrarte…
-Keith para.-Le ordené.
El silencio reinó durante el resto del viaje. Sostenía el colgante en la mano preguntándome si seria correcto ponérmelo. Abrí la mano y lo miré de nuevo, era de color dorado, pero no de un dorado Barbie Girl, era un dorado oscuro que le otorgaba a aquel colgante una sensación de elegancia.
Keith aparcó el coche. Salió rápidamente y abrió mi puerta.
-Prométeme que me concederás al menos un baile.-Pidió.
-Los que quieras.-Sonreí.
Entramos en aquel gimnasio y nos quedamos  asombrados. Era increíble, todo estaba iluminado por pequeñas luces,  por todas partes, era extraño, pero a la vez en aquel gran salón había sensación de oscuridad, intimidad. La pista de baile estaba algo despejada, pero aun así había algunas parejas bailando. Parecía una película, un cuento. El señor Coleman estaba de pie al lado del ponche vigilando que nadie se pasara con su ración.  La señora Rond estaba increíble, todos los chicos babeaban por ella. 
Vi a Debora al fondo y la saludé con la mirada, estaba increíble, como era de esperar.  Hablaba con Richard Anstron, el encargado de la música.
-¿Quieres algo de beber?-Me preguntó Keith con una sonrisa.
-Claro.-Asentí encantada, después de todo la cosa estaba yendo muy bien.
En cuanto Keith se marchó a por los refrescos apareció Parker.
-Desaparece de mi vista.-Le contesté enfadada.
-¿Qué te ocurre?-Preguntó extrañado.
-¿Cuándo ibas a contarme que eres policía?-Ni lo miré.
-Eso no es así.
-¿Cómo es entonces?-Me di la vuelta para observarlo.
-Lo fui un tiempo. Durante un año, me relevaron del puesto por implicarme demasiado en un caso.
-¿Todo te dura tan poco tiempo?
-No todo.
-¿Cuándo ibas a contármelo?
-No lo entiendo ¿Por qué te importa tanto? No se supone que no querías conocerme, que no querías saber nada de mí… Espera un momento ¿Se lo has contado verdad? Por eso estas resentida.
-¿Contarle el qué a quién?-Pregunté confusa.
-A Jack, le has hablado de mí, él te lo dijo. ¿Le has contado todo?
-No hay nada que contar.
-¿Contarle el qué a quién?-Preguntó Keith que acababa de llegar.
-Esto se esta poniendo interesante, vuestro triangulo amoroso se ha convertido en un cuadrado en apenas unos días.
Debora acababa de llegar.
-¿De que estáis hablando?-Preguntó Keith.
-No la hagas caso.-Me enfadé.
-Claro que no, no hay ni triángulos, ni cuadrados, ellos dos no tienen nada que hacer.-Manifestó Parker con cara de chulo.
-Esto es una locura.-Susurré.
No encontré ninguna otra manera para salir de ese embrollo que salir corriendo hacia el baño.
Me encontraba en el pasillo lateral del instituto aquel que comunicaba con el gimnasio. Me apoyé contra la pared y tiré con todas mis fuerzas el móvil contra el suelo.
-Nathaly.-Susurró Keith.
-Por favor, déjame sola.
-Me prometiste un baile.-Musitó extendiéndome la mano.
Keith como siempre con esa ternura, no pude evitar sonreír. Extendí mi mano. De fondo sonaba “Ronan” de Taylor Swift, parecía una broma. Un sueño.
Comenzamos a bailar, lentamente, yo no lo llamaría baile, simplemente nos abrazamos y nos tambaleamos de un lado a otro al ritmo de aquella canción.
Aquella sensación era tan cálida…
-Por favor, escúchame.-Me suplicó con un susurro.
-Tengo miedo.-Le confesé.
-¿De que puedes tener miedo?
-No lo entiendes Keith.-Balbuceé.
-Mira, solo escúchame, sea cual sea tu respuesta necesito que lo sepas, necesito saber que por lo menos lo he intentado.
No le contesté, le miraba atónita.
-No eres un capricho, no he comenzado a sentir esto de un día para otro…  No pido que me comprendas, tampoco que, mira la verdad es que no sé que quiero conseguir con esto. Solo necesito decirte que no me gustas…
Estaba más confusa que al principio.
-No me gustas, Nath, creo que me atrevería a decir que te quiero, esto que siento no puede ser otra cosa… A pesar de todo lo que ha pasado, aun sabiendo que eres la novia de mi mejor amigo, no puedo dejar de ser egoísta con todos y no decírtelo. Necesito que lo sepas, necesito gritarlo,  no puedo guardármelo para mi solo, es algo demasiado grande.
-Keith yo…
-Espera.-Me silenció.
-Sé que las cosas ya no podrán ser igual que antes, no puedo pedirte que hagas como si nada, simplemente por que yo ya no puedo actuar como antes, siento ser así de egoísta, pero no puedo ser tu amigo. Espero que lo comprendas.
-Keith, por favor…
-Lo siento de verdad, a nadie le duele esta situación más que a mí…
Una lágrima resbaló por el rostro de Keith, él no se inmutó, se acercó a mí, me besó la mejilla y se dio la vuelta. Vi como se limpiaba la faz  y comenzaba a caminar.
No sé que fue lo que me impulsó, quizás fue el miedo de perderle, quizás me di cuenta de que en realidad también sentía lo mismo por él, o simplemente me dejé llevar por la magia del momento.
-Keith espera. –Le grité.
Me acerqué a él, cerré los ojos durante unos segundos. Cuando los abrí él seguía allí, parado, esperando alguna respuesta. Cogí aire y no lo dudé más. Me acerqué aun más hacia él, aferré su rostro con mis manos  y lo besé.
Aquella sensación no era desconocida para mí, aquel beso ya lo había dado… Era tal y como me lo imaginaba en mi sueño. Todo era exactamente igual. Cerré los ojos y disfruté del momento intentando no pensar en las consecuencias que  traería después.  
Cuando los volví a abrir pensé <<Es injusto para él>>, después me acordé de nuevo del sueño, me acordé de aquellas palabras que Keith me dijo, o que yo misma me dije.
“Te diré lo que no es justo, no es justo que a pesar de todo lo que él hizo le perdonases, no es justo que a mí no me des siquiera una oportunidad, no es justo que ni siquiera quisieras escucharme… Eso no es justo
Keith dejó de besarme y me abrazó.
-Este es el beso más increíble que me han dado en mi vida. Gracias, te lo agradezco, pero sabes que no cambia nada.
-Lo siento tanto. Nadie me avisó que esto del amor podía ser tan complicado.
El móvil de Keith comenzó a sonar, cosa que agradecí ya que no aguantaba ni un segundo más aquel incomodo silencio.
-Si. esta conmigo ¿Por qué no la llamas a ella? Nath, toma, es tu amigo, parte de tu cuadrado-Dijo irónicamente.-Quiere hablar contigo.
-¿Dónde estas?-Preguntó.
-Eso no te incumbe Parker.
-Quítate ahora mismo esos zapatos tan caros y sal echando leches de allí. Te están buscando. Han venido a por lo que es suyo. ¿Dónde estas?-Preguntó alterado.
-Chica, cuelga el teléfono, creo que tienes un asunto más importante que atender.
Me di la vuelta al no reconocer la voz de la persona que me hablaba. No colgué el teléfono, se resbaló de mis manos precipitándose hacia el suelo.
-Buena chica. –Dijo aquel hombre, estaba de pie, Keith permanecía a su lado, el individuo le apuntaba con un arma.
-¿Qué es lo que quieres?-Pregunté aterrorizada.
-Por lo que veo tienes aprecio a tu amigo ¿Lo sabe el otro?
-No sé de que me hablas.- Sollocé confusa.
El hombre me miró de arriba a bajo, empujó a Keith contra una de las taquillas del pasillo, esté no reaccionó y se golpeó la cabeza quedando inmóvil en el suelo. Yo no pude evitar gritar.
-Acabas de complicar las cosas, iba a hacerlo por las buenas.
Se acercó a mi, yo estaba temblando, me miró a los ojos y sonrió, tiró de mi colgante rompiendo la cadena sin ningún esfuerzo y salió corriendo.

14/2/12

Capitulo 23 :La cenicienta


Después de pasar una noche un poco extraña me sentía mareada, retazos de un sueño lejano me llegaban a la mente en forma de imagines sucesivas sin sentidos. Miré mi reloj y eran las nueve de la mañana, así que sin pensarlo dos veces decidí darle una sorpresa a Jack. 
Me di una ducha rápida que consiguió relajarme, el mareo que sentía por la mañana poco a poco se desvaneció. Me puse lo primero que pille, después pensé en lo que Débora diría de mis viejos vaqueros y aquella camiseta desgatada, me quité la ropa y me puse un sencillo vestido blanco que conjunté con unas sandalias rosas que me hacía  bastante tiempo que no usaba. Cogí las llaves y el dinero y me dirigí hacia el hospital, por el camino paré a comprar café en la cafetería de Bogues, decían que el señor Jhonson servía el mejor café de esa parte de la ciudad. Compré café y algunos bollos de chocolate, sé que a Jack le encantaban ese tipo de caprichitos. Cuando llegué al hospital me dijeron que Jack estaba durmiendo, poco me importó ya que me colé como pude por secretaría para poder llegar a su cuarto. Cuando entré allí, tal y como me habían dicho estaba dormido, me acerque a él y le bese la mejilla. Sus labios que no tenían  expresión  alguna se movieron hasta haber formado una sonrisa, Jack  abrió los ojos y se intentó levantar.
-Eh… -susurré- me han dicho que no puedes moverte.
-Tonterías- respondió haciéndose el duro.
-Chico malo –volví a besarle la mejilla – Dentro de una semana volveremos a ir al parque, dar paseos por ahí… lo que hacen las personas normales.
-Nunca hemos hecho cosas de esas, dicen por ahí que no soy nada normal –se burló.
-Nunca es tarde para empezar – dije acordándome de las palabras de Parker.
-¿Qué tal ayer? –preguntó Jack intentando cambiar el tema 
-Bien – respondí- compramos los vestidos y Débora me presento a un amigo suyo, Parker O’conner. ¿Te suena de algo? – disimulé.
-Supongo que es de la panda de Erik, pasaba mucho tiempo con él, así que conocería a sus amigos.-Me dijo mostrándose algo  desazonado.
-Supongo – asentí 
-Te ha hablado de Erik, ¿No es así? – preguntó un poco desconcertado.
- Nos lo encontramos ayer, por eso me lo contó, sino no creo que me lo hubiese hablado de él.
-Hacía mucho tiempo que no le veía – contestó.
-Creo que eso va a cambiar un poco – Dije sin reflexionarlo.
- ¿Y eso  a que se debe? – Preguntó intrigado.
- Consiguió su número de teléfono, ya tenía su móvil de trabajo, pero ella quería el personal y consiguió que Parker se lo diese.
-Débora siempre consigue lo que quiere – añadió Jack-En eso se parece a mi- Exclamó mientras que me rodeaba la cintura con sus brazos.
-A través de los demás –dije sabiendo que esa cagada supondría  consecuencias  negativas.
-¿Qué te obligo a hacer? – preguntó intrigado
- Nada del otro mundo, no te preocupes – mentí.
Jack me miró a los ojos y de nuevo esa sonrisa tan bonita volvió a formase en su cara.
-Gracias por el desayuno – me dijo al ver lo que había dejado en la mesilla – no hubiera aguantado que mi último desayuno hubiera sido colchón molido con zumo de alquitrán 
- ¿Tu ultimo desayuno? - pregunte confundida.
- Después de cenar no podré comer nada hasta horas después de la operación –Respondió haciéndose el duro de nuevo. 
-¿Cuando podre volver a verte? –Pregunté triste al recordar que él no iba a asistir al baile.
-Mañana por la tarde es la operación, pasado tienes un baile, así que al día siguiente espero que vengas a verme – volvió a sonreír.
- Un baile que sin ti suena algo aburrido –Dije decepcionada.
- Todas las princesas deberían tener un baile –Jack encontró de nuevo la perfecta manera de consolarme. 
-No sin su príncipe –dije dejando brotar unas lágrimas de  mis ojos.
-Eh, no llores – Me pidió Jack – sh, Nath ¿Por qué lloras? – Preguntó.
-Tengo miedo – respondí entre sollozos, mucho miedo.
-¿Pero porque? – preguntó.
-Jack – dije susurrando sin poder contenerme las lagrimas– No me puedo creer que ni siquiera tengas un poquito de miedo, es una operación peligrosa.
-No sigas, no tengas miedo, no me va a pasar nada – me dijo haciendo el amago de abrazarme –le abracé con todas mis fuerzas.
-Bicho malo nunca muere- se burló.
-¿Qué tal esta Lúa?-pregunté acordándome de la hermana pequeña de Leo.
-La dieron ayer el alta, por la tarde, sus células se recuperan muy rápido.
-¿Y Shamara?- Pregunté notando su ausencia.
-Han venido sus tías de Europa y han ido a la ciudad, algo así como de guías, es la hermana de su padre- dijo Jack sonriendo y dando a ver que se sentía bien por la pequeña Shamara.
-¿Qué tal esta?-Pregunté.
-Demasiado bien para la situación que está viviendo. –Contestó apenado.
-No conozco a ninguna niña más fuerte.
Cuando Jack fue a hablar sonó mi teléfono, miró mi bolso y me hizo la señal para que contestase.
Busqué el teléfono en el bolso y me tope con un millón de cosas inservibles, peines, cascos enredados, paquetes de clínex casi vacíos, otros aun sin abrir, pilas, algún que otro espejo… y allí estaba, por fin, el móvil. Miré la pantalla y vi un número que no conocía, al principio dude si cogerlo, después me arme de valentía y descolgué.
-¿Si?- Respondí
-¿Qué te apetece hacer hoy?- preguntó una voz que me sonaba un poco.
-Hola mama- mentí.
-Me gusta que me trates como tu amante secreto, esto cada vez se pone más morboso.
-Adiós mama, luego te llamo ahora no puedo hablar- Me despedí de mi “supuesta madre” y guardé el numero con el nombre de “O’conner”
-¿Has colgado a tu madre?- Preguntó Jack asombrado entre risas.
-Algo así- contesté.
El teléfono móvil volvió a sonar, me estaba empezando a cansar de la canción que tenía de cómo tono.
-¿Quién? – Pregunté sin mirar quien llamaba
-Otra vez yo, te echaba de menos ¿Te parece bien que salgamos a comer? – Preguntó Parker con voz coqueta.
-No – Respondí firmemente.
-¿Qué pasa? – Pregunto Jack.
-Cuéntale lo nuestro – Dijo Parker.
Él sabía que Jack no iba a escucharle, no quería meterme en ningún lio, solo sacarme un poco de mis casillas.
-Mira Pa… digo mama, no puedo hablar ahora en 5 min te llamo-Volví a colgar.
-Nath, mejor vete, que no quiero que te metas en ningún lio con tu  madre, y menos por mi- me dijo Jack, se estaba portando como un sol.
- No importa, quiero pasar un ratito contigo.
-Señorita va a tener que perdonarnos, ha venido el doctor para hacerle las últimas pruebas- Dijo una enfermera que acababa de entrar.
-Lo siento Jack, otra vez será- volvió a hablar la enfermera
Me despedí de Jack con un tierno beso y con un “te quiero”  al oído.
-Te llamaré- le prometí.
- Haz muchas fotos y ponte guapa, te quiero- Fueron las últimas palabras de Jack.
Salí del hospital haciendo una lista en mi mente de lo que me quedaba por realizar hoy. Busqué como pude cualquier cosa para entretenerme, pero no se me ocurría nada. Decidí dar un paseo y tomarme un batido en  Starbucks.
Mientras caminaba por aquellas calles contaminadas de California, miraba a mí alrededor buscando algo con lo que entretenerme,  las calles iluminadas por un tenue sol estaban inundadas de personas con rostros desconocidos, chicas presumidas con su bolso de Prada bailoteando sobre sus tacones en busca de algún otro vestido para rellenar esos armarios que ocuparían la mitad de mi casa. Funcionarios con trajes de Armani, otros solo aparentando, vistiéndose con imitaciones baratas que se pueden encontrar en cualquier lugar a las afueras de la ciudad. También habían miles de madres aprovechando las rebajas de fin de curso para presumir de unas gafas Dolce and  Gabbana de hace cinco temporadas.

Según el panorama que veía, el ser algo en la sociedad de California involucraba vestir con ropa de marca, usar gafas caras y bolsos lujosos. Yo no entraba en la clase más baja de personas reconocidas de esta sociedad, pero mucho menos en la clase alta. Divisé un banco en el que podía relajarme durante unos minutos, numerosas personas que pasaban frente al banco me observaban buscando la razón por la cual una chica de mi edad estaba en el centro de California sentada sola. Miré mi reloj y eran las doce, decidí pasarme por algunas tiendas para comprarme unos zapatos que conjuntasen con mi pomposo vestido rosa. 

Entré en varias tiendas, y al ver los precios de unos simples zapatos intenté disimular y salir de alguna manera sin que los dependientes me miraran mal, pero ya lo hacían antes de que entrara, así que tampoco me importó mucho. Seguí paseando por las numerosas calles de California sin seguir ningún rumbo, después de muchas vueltas acabé en una vieja calle que no había visto nunca, en pocas palabras, me perdí. Prolongué mi camino intentando buscar alguna persona a la que preguntar cómo salir de esa tenebrosa calle. 
Después de intentar hablar con varias personas que al parecer tenían fobia a las personas desconocidas, decidí salir de allí por mis propios pies. Caminé hacia donde pude  hasta dar con un callejón sin salida, después de dar la vuelta divise una pequeña tiendecita escondida junto a dos portales un poco viejos, observé bastante luz y me acerqué. En la parte superior del escaparate había un viejo letrero en el que ponía: “Los zapatos de Simón” me acerqué al escaparate y entonces los vi, esos zapatos que cautivaron  mis ojos, mi corazón y todos mis sentidos. Nunca antes había sentido algo así por unos zapatos, pero esta vez era diferente, aquellas finas sandalias tenían que ser mías. Eran perfectas para mi vestido. Sin pensarlo dos veces entre en la tienda, abrí la puerta y sonó la típica campanita colgada encima de la puerta. Todo lo que había colocado en las estanterías parecía bastante viejo, me acerqué a una pulsera que parecía de plata, tenia pequeñas estrellas rosadas, cuando fui a cogerla para observarlas mejor alguien por detrás me habló, del susto que me dio solté la pulsera dejándola caer al suelo.
-Tranquila bonita, yo la recogeré – Contestó una anciana. 
Era una mujer de edad bastante avanzada, tenía el pelo invadido por las canas y sus ojos marrones mostraban una sensación de amabilidad que era imposible de no notar.
-Lo siento- me disculpé por haber tirado la pulsera al suelo.
- No importa pequeña, ¿buscas algo o has entrado solo por curiosear un poco?-Preguntó la anciana.
-La verdad es que me he perdido…-Contesté algo avergonzada.
-Te enseñaré por donde se vuelve al centro-Me cortó.
- No, no he entrado aquí para preguntar el camino, esas sandalias que tienes en el escaparate, quería saber su precio.
La anciana me miró y se empezó a reír.
-¿Qué es lo que pasa?-Pregunté.
-Esa es una réplica de las sandalias de verdad, las verdaderas están guardadas en el almacén con llave, son antiguas, pero caras y preciosas.
Me imaginé 50 dólares o como mucho 80 dólares.
-¿Y cuál es su precio?-Pregunté.
-No podrás pagarlas- Rió la ancianita.
-¿Por qué cree usted eso?-Pregunté comenzando a enfadarme.
-Cuestan tres mil ochenta dólares a precio de fábrica.
-¿Bromeas?-Pregunte anonadada.
-De ninguna manera- contestó.
-Pues va a ser que tiene algo de razón, no podre pagarlas…
-No importa, las tengo tanto aprecio que me da hasta pena venderlas, pero con la edad que tengo los únicos zapatos que me quedan bien son los de andar por casa. -Respondió la ancianita intentando ponerle algo de humor a la situación. 
-Gracias por todo igualmente-La contesté- bueno, voy marcharme, algún gracioso a cambiado las calles de sitio y tengo que buscarla para poder llegar a la hora de comer a casa.- La dije en tono jocoso.
-Sigue la calle hasta el fondo y gira a la derecha, es una calle bastante estrecha, pero cuando salgas te encontraras de nuevo en el centro.
-Gracias- Contesté dándome la vuelta, pero aquella anciana ya no estaba allí. Salí de la tienda algo decepcionada debido a que seguía teniendo antojo de aquellos preciosos zapatos. Teniendo en cuenta  las instrucciones de la anciana, llegue de nuevo al centro, cogí el metro y llegue a la parada del autobús que tenía que llevarme a mi casa. En el autobús me puse los cascos y encendí mi MP4, decidí escuchar la canción que fuese, la que tocara, sin buscar en la lista la que me apetecía, le di al play y sonreí, dio la casualidad de reproducirse una de mis canciones  preferidas, “Carry on my wayward son” , del grupo  Kansas...
Miré a mí alrededor y vi que el autobús estaba casi vacío. Eso me relajo bastante,  mi parada era la última así que me acomodé bien, bajé un poco el asiento y me recosté con los ojos entrecerrados, cuando volví a abrirlos estaba a dos paradas de mi domicilio, baje del autobús y entré corriendo a mi casa  dando saltos. Cuando pisé el porche me vino un  olor increíble a puré de calabacín,  que  por mucho que no me gustase de vez en cuando sentaba bien comer otra cosa que no fuera pizza congelada o lasaña a domicilio. Empezaba a  parecerme a Garfield. Entré corriendo por la puerta  y entonces recordé que mi madre estaba de viaje, el olor debía de provenir de algún vecino.
Comí algo de pollo que tuve que descongelar y difícilmente preparar. Cuando terminé de limpiar los platos  y me asomé por la ventana. Vi un coche que me resultaba familiar.
-¿Un Lamborgini?-Pregunté pensando en Parker.
Mire por la ventana y allí estaba aparcado aquel coche, apoyado en él estaba Parker, mirando en dirección a mi casa y con los brazos cruzados.
 Salí de casa y miré confusa a Parker, él seguía sin moverse, llevaba puesta una camiseta de color marrón grisáceo, conjuntado con unos pantalones negros.
-¿Se puede saber que haces aquí?-Le pregunté.
-Habíamos quedado-Contestó Parker con la voz firme.
-No habíamos quedado- contesté enfadada.
-Estabas deseando  verme- Me dijo mientras que se abría la puerta trasera de su coche.
-Ya te he dicho que no quiero ver la parte de atrás, no creo que haga falta volver a repetírtelo - Respondí enfadada.
- De acuerdo, ¿Cuánto pesas? –Preguntó sonriente.
-No creo que eso te incumba - Contesté airada.
-Espero que no mas de 25Kg, ya que la sillita de niño no creo que te aguante, pero me encantaría verte con un chupete- Dijo con cara coqueta.
Miré el asiento delantero del coche y allí estaba, una sillita de color rosa con corazones de colores a los lados.
-Padre adolescente- Respondí sin pensarlo apenas. No me extrañaba mucho.
-De adolescente nada y de padre aun menos, aunque me encantaría, claro que ahora no, mas adelante.
-¿Cuidas niños en tus horas libres?- Me burlé.
-Es mi sobrina- aclaró el malentendido.
-De acuerdo- lo deje estar- entendido.-Podrías decirme…
- No más preguntas- me cortó- al menos por ahora- me dijo acabando la frase con una de sus sonrisas.
-¿Y a donde se supone que vamos?- Pregunté intrigada.
-Tengo tu vestido, podremos ir a mi casa y te lo pruebas- dijo Parker arqueando las cejas.
-Muy gracioso-  me reí tomándomelo como si fuera una broma.
-Nath, no es una broma, no sé, creo que no me entiendes.
-¿Qué es lo que no entiendo?- Pregunté confusa
-No habrá ni batidos, ni helados de fresa, ni largos paseos por el parque, creo que encontraremos la manera de divertimos de una forma distinta.
-Sabes antes no lo entendía, pero ahora sí que no lo entiendo.-Contesté desorientada.
-Con el tiempo lo acabaras entendiendo.
-Parker, te lo explicare yo a ti ya que parece que el que no lo entiende eres tú.
-Adelante-dijo impaciente.
-Tú y yo- dije acompañado con señas mis palabras- tu y yo- volví a repetir- no somos nada
-Por ahora- Añadió
-Ni por ahora ni por nunca- le contesté empezando a cabrearme.
Parker sin contestar arrancó el coche, miró para atrás y sonrió.
-¿Por qué sonríes?-le pregunté, esta situación me estaba sacando de quicio.
-No estaba sonriendo-Mintió.
-Mientes.
-De acuerdo- asintió – sonreía.
-Avanzamos… - respondí.
-¿No quieres saber el motivo por el que sonrió?
-Tú eres de los rubios de dicho –Me burlé de él con un chiste algo pasado de moda. 
-Cuando estés tumbada en mi cama y solo las sabanas de seda tapen tu cuerpo desnudo, te lo cuento.
-¿Sabanas de seda?-pregunté intentando contener la risa.
-Cuando las pruebes dejaras de burlarte.
-¿A dónde vamos entonces?-Volví a preguntar.
-Cierra los ojos y disfruta del viaje las niñas de tu edad no suelen montar en coches de este tipo.
-Me da miedo estar a tu lado con los ojos abiertos y pretendes que los cierre.
-Arriésgate, pero se ve que estas cansada, a mi me da igual.
Intenté mantenerme despierta todo el tiempo que pude pero mis parpados se fueron cerrando poco a poco hasta quedarme profundamente dormida.
Cuando volvía a abrir los ojos me encontraba totalmente perdida. 
Estaba tumbada en una cama enorme cubierta casi estera con una manta de color vainilla. Al principio me asuste, me levante rápidamente y comprobé que estaba vestida, al comprobar que Parker no era un degenerado mental me tranquilicé y suspiré por lo  bajito. Miré mi reloj, eran las siete de la tarde, me recosté en el cabecero de la cama y busque a Parker a mi alrededor, como vi que no estaba me dispuse a salir de la cama, pero justo en ese momento entro en la habitación con una bandeja en la mano.
-Veo que la bella durmiente se ha despertado, que lastima, por cierto te he hecho un sándwich, espero que te guste el jamón de york.
-¿Parker porque?- pregunté frotándome los ojos para terminar de despertarme del todo.
-Esperaba poder despertarte con un beso, siguiendo la antigua tradición del cuentecito- se burlo.
-¿Cómo he llegado aquí?-Pregunté mirando a Parker
Parker se sentó en la cama y puso la bandeja sobre mis piernas, yo sin pensarlo dos veces, cogí el sándwich y comencé a comérmelo. Parker me miraba sin decir ni una palabra, me levanté de la cama con el sándwich en la mano y me acerque a la ventana, cuando vi el paisaje que rodeaba su casa me enfurecí muchísimo, me di la vuelta enfadada y comencé a gritarle.
-¿De qué manera has tardado casi una hora en llegar aquí si este Parque esta a diez minutos de mi casa? –Intenté buscar  una explicación coherente.
-Había atasco- contestó.
- Parker-Grité- diez minutos andando, tres horas en coche.
-De acuerdo, de acuerdo- contestó- confesaré.
-Adelante, sea cual sea la confesión, serás declarado culpable.
-Un par de  observaciones antes de la confesión- Añadió
Asentí con la cabeza esperando sus palabras
-La primera observación es que la culpa es tuya y solamente tuya y la segunda observación es que si me condenan por este delito seré soltado debido a mi buena conducta.
¿Culpable yo? ¿Buena conducta? Preguntas que resonaban en mi mente.
-De acuerdo, confiesa O’conner – le amenace extendiendo el tenedor hacia su cuello.
-Tranquila, tranquila- respondió- confesare, fui a recoger a Nathaly Kimbrock...
-La víctima-añadí para meter algo más de dramatismo a la conversación
-La víctima- repitió- cuando la vi note que estaba cansada, como se burló de mis sabanas de seda quise vengarme, me metí por la 704 y di toda la vuelta al parque, cuando la víctima estaba dormida decidí llevarla a mi cama, pero me arrepentí de mi delito y pensé que me estaba pasando,  y en vez de meterla entre mis sabanas de seda la puse encima de la cama y la cubrí con una preciosa manta, decidiendo que si algún día fuera a estar dentro de mi cama seria por decisión propia, después de aquel delito decidí hacerla un horrible sándwich mixto. Esta es la confesión de mi aterrador delito.
-Iras a la cárcel por esto.
-No iré a la cárcel por esto-contestó.
-Estas reteniendo a una menor en tu casa sin el consentimiento de sus padres.
-Cuando tus padres sepan que estuviste metida en mi cama poco tendrás de menor.
-Tú me has metido aquí- señalé su cama.
-Déjame demostrarte lo que es un beso de verdad.
-Ni lo sueñes Parker, ni lo sueñes- conteste segura de mi misma.
-De acuerdo, ¿te quieres probar el vestido?-Preguntó
-No me voy a probar ese vestido delante de ti- contesté.
-¿Nos apostamos algo?- preguntó.
-Lo que quieras- me burlé.
-De acuerdo, cierra los ojos un momento.
-No pienso hacer eso- contesté-La última vez que me pediste que cerrara los ojos acabe en tu cama, dios sabe que vas a hacerme ahora.
-Por favor- me pidió O’conner con una voz muy dulce.
-De acuerdo- conteste mientras que cerraba los ojos.
-Quédate allí- me dijo.
-¿A dónde vas?- pregunté sin abrir los ojos
-Solo un momento- pidió
No pasaras mas de unos segundos cuando Parker me agarró por detrás, me asusté un poco al principio, me estremecí al notar sus manos en mis caderas.
-¿Preparada?-me dijo con una voz muy sexy.
- No, contesté intentando ser sincera.
Me di la vuelta y en la cama yacía una caja enorme de color blanco, atada con un reluciente y suave lazo rosa, me di la vuelta y mire atónita a Parker.
-¿Qué es esto?
-Un detalle, una tontería de nada- me animó.
-Parker no tenias porque comprarme nada- le dije.
Me acerqué lentamente a la cama y volví a mirar hacia atrás, Parker no se había movido, seguía mirándome intensamente sin quitar la mirada de aquella caja.
-Venga ábrelo- Me pidió.
-Me da miedo – Le contesté- Espero que no sea ningún bicho raro.
-Te prometo que te encantara.-Me aseguró.
Aquellas palabras me dieron algo más que fuerzas para abrir aquel paquete, di un paso más hacia la cama y cogí la caja, me senté en la cama y la miré.
-Allá voy- susurré.
Tiré de la cinta del lazo y vi como en pocos segundos ese precioso lazo se había deshecho, miré a mi alrededor de nuevo y levanté la tapa, al ver aquello no pude evitar emocionarme, nunca antes en mi vida nadie había hecho algo así por mí, miré a Parker y sonreí.
-Lo siento, no puedo aceptarlo- me lamenté de mis palabras en cuanto salieron de mi boca.
-No voy a permitirte que rechaces este regalo.
-No puedo aceptar algo tan caro.
-A mi me sobra el dinero y lo sabes.
-¿Cómo has sabido que estoy enamorada de estos zapatos?-Pregunté sin poder explicármelo.
-Algún día te lo contaré- contestó- pruébatelos.
-¿Estás loco?-Pregunté.
-Por favor, te sentara muy bien con el vestido blanco que llevas.
-No pienso hacer el ridículo delante de ti.
-¿Acaso te importa lo que pienso?- preguntó-Póntelos ahora vengo.
-¿Dónde vas?- pregunté de nuevo
- Tú póntelos-Me ordenó.
Me senté en la cama y me puse esas preciosas sandalias, miré la etiqueta y volví a sentirme mal.
Parker entro en la habitación y se paró en seco, yo me asusté y busqué con la mirada cual era el motivo por el cual O’conner se había parado.
-¿Qué pasa?- pregunte mirándole.
-Nada, es solo que… esto… te quedan muy bien, solo eso- dijo sonriéndome pero siguió sin moverse.
-Gracias.-Le  agradecí otra ver por su generosidad y las buenas maneras que tenía de tratarme.
-No te acostumbres mucho, sabes perfectamente que yo no soy así, pero si es así como te gusta que sea, así seré.
-Parker.
-Nath, no te lo tomes muy enserio, sinceramente-Me dijo mirándome a los ojos - estoy seguro de que actué como actué conseguiré ese beso que quiero.
-No es por nada, pero solo un comentario absurdo, algo casi sin importancia, ¿Por casualidad no te acordaras de que tengo novio?-Le pregunte dándome cuenta de que me había llamado Nath.
-Yo a la que quiero es a ti, no a tu novio- se burló.
Me fue inevitable sonreír, duro poco tiempo ya que mi culpabilidad le gano el pulso a mis ganas de reírle las gracias de Parker.
Se dio la vuelta con tan mala suerte que su móvil resbaló de su bolsillo y se precipitó al suelo. Me asusté pensando que podía romperse, pero al contrario, comenzó a sonar una canción.
-La próxima vez que vuelva a sonar esta canción, pedirás que te bese-Dijo Parker contestando a mi comentario.
-Estas muy seguro de eso- le contesté.
- Es porque presiento que ya quieres besarme.
-¿Ahora eres un adivino? ¿Dónde te has dejado la bola?-Dije bromeando.
-No, lo sé  por cómo me miras- susurró.
- Te miro como miro a todo el mundo- intenté mentir
-Mientes,  me miras con curiosidad, con ganas de conocer más cosas de mí, en el fondo te caigo bien.
-¿Curiosidad?- susurré intentando ver algo más en sus ojos
-Llámalo curiosidad, llámalo deseo, afán , pretensión,  pon el nombre que quieras, seguirá teniendo el mismo significado.- Contesto my seguro de si mismo.
Parker me miro a los ojos, se acercó a mi oído y comenzó a susurrar 
-Te invito a desaparecer del mundo- susurro.
-¿Desaparecer?- Pregunté.
-No para siempre, solo por un instante.
-No puedo desaparecer.
-Claro que puedes- me dijo sosteniendo mi mano.
-Tengo que marcharme, enserio, se ha hecho muy tarde.
-Claro que si, te llevare a casa- se ofreció
-Parker, entiéndelo...
-Solo dame un poquito de tiempo, por favor-Me rogó.
-Iré a por mí abrigo- contesté intentando igualar lo que me estaba pidiendo
-Te esperaré abajo- Dijo Parker como si nada hubiera pasado.
El viaje fue corto, esta vez no dio aquel enorme rodeo, también fue silencioso O’conner estaba concentrado en algo, miraba a su alrededor buscando algo todo el tiempo 
-¿Desde cuándo tienes ese colgante?- me pregunto mirándole fijamente.
-¿Qué colgante?- pregunté sin advertir mi llamador de ángeles.
-Esa baratija que llevas en el cuello- se burló.
-No es una baratija, es un regalo de Jack, un viejo colgante de su madre-contesté en mi defensa.
-Una vieja baratija- volvió a repetir- pero cuídala quizás es más importante de lo que tú te crees.
Fruñí el ceño y seguí mirándolo buscando alguna respuesta  que me explicase a que se refería.
-Duerme bien Nath, tienes permiso para soñar conmigo- Dijo Parker con aquella voz tan coqueta.
-Hasta otra- le contesté igualándolo.
-¿Volveremos a vernos?-Me preguntó cuando estaba a punto de entrar en casa.
-A lo mejor  nos encontramos por casualidad algún día- Respondí cerrando la puerta sin darle tiempo para que contestase.
Sonó el teléfono.
Lo miré atentamente y lo maldije en voz baja 1000 veces, fruñí el ceño pretendiendo que el que estuviera al otro lado se diese cuenta de que cogía el teléfono de mala gana 
-¿Si?- pregunté con tono firme.
-Sabes, yo no creo en las casualidades- dijo de nuevo aquella voz melodiosa.
-¿O’conner?- Pregunté con un suspiro de agonía.
-Tampoco creo en el destino, pero en lo que sí que creo es que en el fondo las cosas pasan por algo, tienen su plan secreto.
-Parker no entiendo nada de lo que me estás diciendo- Alegué.
-Dulce cenicienta, ¿Es casualidad que aun no llegadas las doce hayas perdido tus zapatos?
Después de aquellas palabras, por fin entendí de qué estaba hablando.
-¡Mis zapatos¡- Exclamé.
- No te preocupes, están a salvo en tu cómoda, te he dejado un pequeño regalo allí, espero que te agrade.
-¿Parker intentas comprarme con regalos? – le pregunté sin disimulo alguno.
- Nunca pienses eso, antiguamente, hace mucho tiempo, a las damas de verdad se les cortejaba de esta manera.
-Hasta mañana Parker- Me despedí.
-¿No quieres saber cómo he entrado a tu cuarto?
-¿Me das una pista?-Me burle acordándome todas las veces que me había escapado por allí.
-Hasta mañana, duerme bien-Susurre, al instante colgué.
Subí lentamente por las escaleras, no sé de qué manera pero sabía que algo me iba a hacer bajar de nuevo, entonces en el tercer escalón el teléfono volvió a sonar, baje corriendo para cogerlo
-Parker- contesté enfurecida- te he dicho que hasta mañana…
-¿Parker?
-¿Débora?- Pregunte rezando mentalmente para que no fuera ella.
-¿Qué hacías hablando con Parker?-Preguntó ella.
-Nada, solo me había llamado para pedirme un favor- Mentí 
-Eres muy mala, mentirosa- me contesto.
-Ya te contaré – volví a mentirla.
-¿Estás preparada? – me pregunto con voz entusiasta.
-Si hablas del baile, te diré…
-Por cierto, vas con Keith, ¿No?- me preguntó interrumpiéndome.
- En eso quede con él… – respondí a la pregunta
 -Pues mañana nos vemos, duerme bien, tu vestido no quedará bien con ojeras-se despidió sin dejarme darla una explicación.
-Hasta mañana Deb- Me despedí.
Miré el reloj y bajé a cenar. Cené lo más rápido que pude sin ni si quiera saborear aquella delicatese, me di un baño relajante y me acosté.
Las cosas que había en mi cabeza estaban tan mezcladas que apenas tenía ningún significado, al principio pensé en darle vueltas y encontrar alguna solución, después de dos minutos pensándolo, estaba tan agobiada que decidí dejarlo para otro momento.

Chat suprimido por suplantación de personalidad hasta nuevo aviso.

Cerró los ojos, y lanzo la llave lo mas lejos que pudo.