Cuando llegué a
casa lo primero que hice fue buscar en el armario algo adecuado para
ponerme. Después de media hora buscando y revolviendo todo mi armario me
decidí por unos vaqueros y una camiseta roja básica. Jack llegó a mi casa
justo a las seis, yo aún estaba terminando de peinarme, me había rizado el pelo
y me había puesto una cinta roja que solo usaba para ocasiones muy especiales.
Cuando Jack se decidió a tocar la puerta yo ya estaba lista.
-Oh... vaya Nathalu
estás muy guapa.
-Gracias Jack tú
estás también muy... ¿Cómo siempre?-¿Qué más iba a decir? Le conozco de hace un
par de horas.
Vale no necesito
que nadie me diga que estás primeras palabras han sido patéticas, Jack había
sido agradable conmigo, y yo solo le había dicho que estaba igual que siempre.
Esta es la típica situación embarazosa que ocurre en todas las películas. En el
momento en el que uno ve alguna de esas películas piensa “Que idiota, yo no
hubiera actuado así”, pero luego, cuando uno se pone en la misma situación,
dice y hace cosas aún más extravagantes.
El recorrido desde
mi casa al cine lo pasamos un tanto callados, había un silencio incomodo…Yo no
sabía a qué se debía, pero apostaría todos mis ahorros a que parte de la culpa
se la llevaba mi glorioso saludo.
Cuando llegamos
divisé a Keith hablando con Debora, se estaban peleando, Debora no hacía más
que gritar y Keith la escuchaba parado mirando a las musarañas. Esa escena me
recordaba al típico programa de escenas de matrimonio en el que la egocéntrica
y paranoica mujer le relataba una lista de motivos por los que le dejaba.
-¿Siempre son
así?-Le pregunté a Jack.
-No, siempre no…
Pero la mayoría del tiempo sí.-Dijo Jack suspirando.
Cuando nos
acercamos Debora me echó una mirada helada que me puso los pelos de punta, era
una mirada similar a las que le echaba el malo a Spiderman.
Jack se
acercó lentamente hacia mí, me cogió de la mano y me sonrió, me
sorprendió mucho su manera de actuar pero los que de verdad se quedaron
anonadados fueron Debora y Keith. Se miraron uno al otro con los ojos
abiertos de par en par y se dirigieron hacía las taquillas a comprar
la entrada. La verdad es que creía que eso nunca pasaría, Debora cerró su
boca y en silencio siguió a Keith. Miré a Jack confusa, su mano estaba caliente
comparada con el calor de mi piel, aquello me reconfortó pero a la vez me
incomodó.
-Dios Jack ¿Qué
haces? ¿Quieres que a tu hermana la de un infarto? ¿No ves que me odia, has
visto que cara ha puesto cuando me has cogido de la mano?
-Tranquila, eso es
lo único que intento. Si mato a mi hermana de un infarto, toda la herencia será
para mí.-Dijo haciéndose el gracioso e intentando quitarle importancia a la
situación.
-Jack no podemos
hacer esto, en serio ha sido una mala idea, prefiero irme.-Me arrepentí.
-¿Quieres irte
porque te da miedo Debora o porque te da miedo que te dé la mano?-Me dijo
esperando una respuesta con esa sonrisa picarona que poco a poco me
estaba conquistando.-No importa, voy contigo ¿Dónde quieres que vayamos?
-Jack no pasa nada,
quédate a ver la película en serio, cogeré un taxi, mi casa no está lejos.
-No, te he
dicho que voy contigo ¿A dónde quieres que vayamos?
- Me da igual, solo
quiero ir lejos de Debora.-Contesté honestamente.
No me importaba
quedarme a ver la película, no era Debora la que me incomodaba, si no la
situación en la que estaba, salir con Jack para poder estar con Keith...
- ¿Bueno entonces
quieres ir al Deily?-Propuso Jack.
-¿El Deily? ¿Qué es
eso? te aviso Jack, no me lleves a ningún bar de moteros o
heroinómanos. –Dije asustada.
-Es donde has
estado esta mañana. Keith y yo llamamos a ese sitio “Deily”, al sur de
California hay un club de deporte que se llama “Deily”. Es un club en el
que se reúnen jugadores de rugby y entrenan o hablan. Hay piscinas,
bares, salas de música.
-Por lo que me
describes, a vuestro “Deily” personal le falta poco para superar al real.
-Cuando queremos
estar solos, o simplemente deshacernos de alguien que nos molesta le decimos
que nos vamos al Deily.
-Es un buen sitio,
acogedor.-Le dije con una sonrisa.
-¿Solo?-preguntó
indignado-Nos costó años hacer de ese sitio lo que es ahora. Era un viejo
sótano sarnoso en el que habitaban ratas de todas las especies. Hubo un tiempo
en el que consideramos la idea de que ese sótano podía ser un lugar de acogida
para ratas sin hogar.-Me dijo entre carcajadas.
-Oye chicos ¿Venís
o qué? –Gritó Keith.
-No, hemos cambiado
de planes, iremos a dar un paseo.-Le contestó Jack.
Debora miraba
malhumorada hacia otro lugar.
-Bueno, pues vámonos
al Deily –Me dijo con una sonrisa muy tierna.
No podía creerme lo
que estaba ocurriendo, acabábamos de dar plantón a Keith y a Debora.
Jack me cogió la
mano, me guió hasta el aparcamiento y me abrió la puerta del coche cómo
sí estuviéramos en el siglo diecinueve.
-Entra señorita.-Me
dijo.
-Gracias –Le
respondí ruborizada.
-De nada-Me
respondió con un susurro al nivel de mi oído.
Jack se dio la
vuelta y se sentó en el coche. Arrancó y puso rumbo hacia el Deily.
-¿Hace mucho que
tienes carnet de conducir?-Pregunté.
-Obtuve mi carnet
el día de mi dieciséis cumpleaños.
-¿En serio?
-Sí, mi padre
estaba hasta las narices de oír las discusiones que tenía con Debora por el
chofer.
-Interesante.
Parece que tu familia tiene mucho dinero. ¿A qué se debe que tengas un coche
tan feo?-Pregunté burlándome.
-¿Bromeas?-Gritó.
-Claro que no, es
un modelo horrible, es viejo, no tiene nada que ver...
-No tiene nada que
ver con el deportivo de Keith…-Me cortó-Adelante, búrlate, no me importa.
-No me estoy
burlando es solo que…
-Para tu
información mi coche vale tres veces más que el de Keith. Es un Lamborghini Urraco,
soy el único chico de este mundo que tiene un coche así.
-Ah-Exclamé
burlándome de nuevo.
-Mi coche es una
réplica deportiva de un modelo clásico. ¿Qué es lo que te pasa? Deja de
burlarte.
-De acuerdo, de
acuerdo, dejaré de burlarme cuando me digas por qué elegiste este coche tan
feo.
Jack no me
contestó, en ocasiones me miraba de reojo mientras que yo seguía burlándome en
silencio de aquel automóvil.
Según iba
observándolo me daba cuenta de que en el fondo no era un coche tan feo cómo yo
creía, sus asientos de cuero negro daban a salón de aquel coche una belleza con
clase. La verdad es que Jack tenía razón. Pocos chicos tienen un gusto tan
peculiar.
Cuando
llegamos al Deily Jack me ofreció un refresco, yo que estaba muerta
de sed no dude ni por un segundo y acepte.
-¿Y qué quieres?
-No sé, cualquier
cosa, lo que haya.
-¿Cerveza?-Preguntó
dudoso.
-¿No hay nada
más?-Pregunté cruzando los dedos para que hubiese algo más.
-Agua-respondió.
-Entonces tomaré
agua-contesté satisfecha.
-Era una broma-rio-Hay
Coca-Cola, fanta de naranja, limón, también tenemos zumos y limonada.
-Hay casi más
variedad que en un bar-Sonreí.
-¿Qué quieres
entonces? También hay vino y champan.
-Una coca-cola. Por
favor.-Añadí.
-¿No quieres
champan?-Dijo en tono enardecido.
-Creía que el
champan solo se tomaba para celebrar algo.
-¿No crees que esto
se merezca una celebración?
-¿Esto?-Pregunté
confusa. No tenía ni idea a lo que se refería.
-Sí, esto. Nuestra
nueva amistad. Debe de ser un honor para ti juntarte con la realeza, pocos
plebeyos han llegado aquí. Ninguno diría yo.-Se burló.
Mientras poco a
poco hablábamos y las palabras empezaban a fluir con más confianza, me iba
dando cuenta de que Jack no era tan mala persona cómo creía.
Nos sentamos y
hablamos de todo tipo de cosas. Me contó cómo era este lugar, cómo lo
descubrieron, me contó sus travesuras de cuando era pequeño y yo le conté
algunas cosas de mi vida en Dakota.
-Déjame adivinar…-Me
dijo haciéndose el seductor.
-A ver… -Le
contesté.
-Os mudasteis
porque te perseguía un depravado mental asesino en serie.
-Mm… déjame pensar…
No, por eso no fue. –Le dije entre carcajadas.
-Salías con un
cuarentón con el que mantenías relaciones sexuales y un día te quedaste
embarazada y no tuvisteis otro remedio que mudaros.
-Creo que
tampoco-Dije frunciendo el ceño. –Vas por mal camino.
-¿Así que nada de
embarazos?-Preguntó.-De acuerdo, ya sé lo que pasó.
-Última
oportunidad.-Reí.
-Extraterrestres.
-Has acertado.
Los dos rompimos a
reír a carcajadas.
-La verdad es que
nos mudamos por el trabajo de mi madre-Le conté.-Era guía de turismo en
los autobuses rurales, una aerolínea importante de California la ofreció un
puesto importante. A mí no me importaba dejar mi vida de Dakota atrás, fuera lo
que fuese que me esperaba aquí por probabilidad sería mucho mejor que lo que
tenía allí.
-¿Algún chico en tu
vida?-Preguntó.
-No, yo no he
tenido nunca novio, en Dakota iba a un colegio en el que solo estudiaban
chicas.
-Eso es mentira.
-¿El que es
mentira?
-El cuarentón del
embarazo cuenta cómo novio-Volvió a burlarse.
-¿Te han dicho
alguna vez que eres idiota?-Le chinché.
-A todas horas, es
más, creo que me lo dicen mínimo dos veces por minuto.
-Por segundo…-Sonreí.
-Estás equivocada.
-¿En qué?, ¿En qué
eres un idiota? no lo creo. Estoy cien por cien segura.
-Algún día te
demostrare que no lo soy.
Yo no sabía que
decir, me había quedado sin ninguna palabra, ¿Y ahora que digo?, él me estaba
mirando, no me había fijado nunca pero tenía unos ojos preciosos, quizás en
ningún otro momento me fijé, pero en este momento sus ojos eran diferentes, no
estaban llenos de odio, rencor, de esa chulería, estaban llenos de cariño
y ternura, él me seguía mirando y yo seguía sin saber qué hacer.
Noté cómo poco a poco se estaba acercando, yo todavía no había caído en
lo que estaba pasando, sus ojos se clavaron en los míos, se acercó tanto a mí
que no tarde mucho en escuchar los latidos de su corazón y el fuerte
esfuerzo que estaba haciendo por respirar muy despacito. Me puso una mano en la
cara y me acarició, sus manos estaban muy suaves, y el olor de su perfume
estaba por todas partes.
Ninguno de los dos
decía nada, solo nos mirábamos, acercó sus labios a los míos tan cerca que pude
sentir su aliento, cerré los ojos, estaba decidida a besarle por segunda vez en
este día.
-Tío te has dejado
otra vez la puert... lo siento no sabía qué...
- No pasa nada
Keith no estábamos haciendo nada, ya nos íbamos a ir, a que sí Nath, voy a
llevarte a casa. –Dijo intentando excusarnos.
El camino se me
hizo demasiado corto, cada minuto que pasaba parecían segundos, intenté
buscar en mi mente de alguna manera las palabras perfectas con las que
despedirme, pero no pude.
-Nath, ya hemos
llegado.
-Jack, yo quería
decirte que…
- No digas nada.
Entré en casa de
puntillas para no despertar a nadie, mi madre me había dejado la luz de la
cocina encendida. Cogí un refresco de la nevera y subí a mi habitación.
Estaba más confusa
que nunca, cómo sí tuvieras que elegir entre un móvil nuevo o un ordenador
portátil. Encendí mi mp4 y me tumbe en la cama, pensé en tantas cosas que no
bastarían hojas en este mundo para poder contarlo. Pero ante todo decidí que
nadie estropearía esto nuevo que se estaba formando. Poco a poco el sueño
fue haciéndose dueño de mi ser y caí rendida cómo un bebe.