-¿Alguien va a explicarme lo
que está pasando aquí?-Dijo Jack confuso.
-Yo te lo explico-Dije improvisando.
-¿Que se lo explicas al final tú?-Dijo Keith asustado. Pensaba que
iba a delatarle.
-Te escucho –Dijo Jack.
-Keith ha venido aquí para convencerme de que él jueves asista
al baile con él. –Le dije
-¿Y todo este drama por esto? Pensaba que… No
importa - Dijo Jack aliviado.- Y tú, ¿Por qué no quieres ir?-Pregunto con
cara de idiota.
-No me gustan los bailes, ni los vestidos pomposos. Tampoco me
gusta bailar y menos la idea de pasar toda la noche entera siendo él objetivo
de un centenar de miradas.
-Mira que eres tonta- Me dijo Jack poniendo cara de cachorrito
degollado. –Ve, hazlo por mí- Me pidió con esa misma cara.
-Me lo pensaré, pero no te prometo nada.-Le mentí.
-Bueno yo ya he cumplido mi misión-Dijo Keith excusándose.-Por hoy
he acabado.
-¿Te vas ya?- Pregunto Jack.
-Sí, tengo que descansar, le prometí a Debora ayudar con la
decoración del gimnasio-Mintió para poder escaquearse aun más rápido.-Por
cierto, me alegro de verte así de bien, no sabía que le dejaran salir a los
locos del manicomio así porque así.
-Eres un cabrón-Contesto Jack entre risas.-Me han dejado salir
para recoger algunas cosas, ropa, algún entretenimiento... Y después de
coger la ropa y todo lo que necesitaba me he dado cuenta de que no he cogido lo
mas importante-Dijo desviando la mirada hacia mí.
-Lo he captado tronco, me las piro. Mañana nos vemos. Comerse un
bol de leche merengada es menos empalagoso que tu.- Keith se cachondeó, pero en
el fondo le dolía.
-Hasta mañana-Contestamos Jack y yo a la vez.
Jack me miró con esa dulce mirada y me tendió un abrazo.
-Te he echado de menos pequeña.
-Jack, nos hemos visto esta tarde.
-¿Eso no me da derecho a echarte de menos o qué?-Contesto
indignado.
-Claro que sí, yo también te he echado de menos, es solo que he
tenido un día raro.
-¿Y eso porqué?-Me preguntó mientras me cogía de la mano y nos
sentábamos en las escaleras del porche.
-Pues he estado con tu hermana, y no sé cómo ha pasado pero mañana
hemos quedado para ir de compras.
-¿Compras? no pareces entusiasmada. Lo sabía, ¡Dios! lo sabía...-Dijo
casi gritando.
-¿Qué sabias qué?-Pregunté perpleja.
-Eres un ser cósmico.
-¿En qué te basas para decirme eso?-Dije indignada y reí a
carcajadas.
-Mañana te vas de compras ¿No?
-Eso te he dicho.
-Creo que sacar la basura sería más entusiasmado para ti que la
idea de ir de compras. Eres insólita.
-Soy diferente.
-Eres Nathaly Kimbrock, mi
chica –Dijo Jack sonriendo.
-Tu chica.-Repetí yo poniendo mis ojos en aquel sugestivo
llamador de ángeles que colgaba de mi cuello.-Eres increíble ¿Los sabes,
no?-Le pregunté sonriendo.
Jack solo me miró.
-Gracias por este regalo, lo cuidaré cómo si de ello dependiera mi
vida.
-Es muy especial para mí, ya lo sabes. Me alegro mucho de que te
haya agradado que te lo regalase.
-¿Bromeas?-Pregunté atónita.
-Te quiero, que nunca se te olvide.
-Tu trato hacia mi es tan
distinto ¿No será que él extraterrestre eres tú?
-¿Y en que te basas tú?
-Date cuenta, desde siempre han pintado él amor cómo algo
perfecto, algo increíble sin lo que los seres humanos no pueden vivir. Todo lo
han coloreado del color que han deseado, vivimos engañados. En la tele nos
enseñan siempre que él amor es maravilloso, magnifico, estupendo, inmejorable,
insuperable. Adjetivos falsos, cuentos de hadas con príncipes, siete enanitos
hiperactivos, una bella con una bestia, en ocasiones también pasa. Una
chica que tiene que llegar a las doce y pierde un zapato, él príncipe hace todo
lo que puede para dar con esa chica. En la época que estamos se haría un evento
en tuenti , “Se busca dueña de este horrendo zapato”. Luego están todas esas trágicas
novelas mexicanas que siempre acaban bien. Películas sobre él amor
verdadero, él falsó. Esta sociedad nos obliga a amar, sea a quien sea. Te
obligan a creer que tú también tendrás un cuento de hadas. Cada vez que te
enamoras, te obligan a que pienses que esta vez también tendrás una película,
tu propia película de amor. Pero se olvidan de algo importante, no todas tienen
esa suerte, no te enseñan las partes ocultas de esto a lo que llaman
“amor”, no te enseñan las mentiras, los engaños, los sentimientos falsos...
Contigo he aprendido cómo es él amor, he cambiado todas mis expectativas sobre
él, he aprendido lo que es un abrazo de verdad y lo que es sentir tus brazos
entrelazados en mi espalda cuando de veras se necesita. He aprendido lo que es
besar a una persona, suavemente, locamente, dulcemente... hasta rabiosamente.
He visto esos ojos con los que me miras y he deseado comerte a besos, esa
ternura, ese amor. He aprendido desde cero contigo. Te quiero tanto que
daría mi vida por ti sin pensarlo.
-¡No! eso no. Nunca, ni lo pienses.-Contestó furioso.
-¿El que?-Pregunté confusa.
-Nunca vuelvas a decir eso.
Seguí mirándole atontada buscando una respuesta en aquella mirada
perdida que tenia.
-Si tú dieras la vida por mí, si cualquier cosa pasase contigo... ¿De
qué me serviría estar vivo si es sin ti?
Mi propia película de amor... Pensé para mis adentros.
-Deberías entrar en casa, tu madre podría despertarse.
-Está profundamente dormida, mañana se marcha de viaje durante
tres semanas. ¿Sabes lo que eso significa?-Le dije a Jack intentando poner una
cara seductora.
-Sí, que Keith me va a mandar a la mierda si le pido que se quede
contigo. Yo estaré en él hospital y tú no te puedes quedar sola.
-Nadie tiene que cuidar de mi, se cuidarme solita.- Le dije
aterrorizada ante la idea de tener que estar con Keith.
-¿Es que te pasa algo con él?
-Claro que no, pero no se... Además, él novio de mi madre vendrá
los fines de semana.
-Cuando salga del hospital, después de la operación...
-¿Qué?-Pregunté.
-Shh-Me dijo mientras que se llevaba él dedo a la boca pidiéndome
silencio.
-Cuando salga de allí, pienso amarte toda la noche, pienso besarte
hasta que te duelan los labios, arrancarte la ropa y besar todo tu cuerpo. Voy
a hacerte él amor hasta quedar agotado en la cama sin fuerzas, te lo prometo.
-No podrás hacerlo si te corto eso que tienes debajo del
pantalón-Dijo alguien detrás.
-¿Mama?-Pregunté dándome la vuelta rápidamente.
-¿Se puede saber que haces aquí a estas horas Nathaly?
-Mama, puedo explicarlo, este es...
-Jack Ryan, encantado-Dijo Jack cortándome.
-No puedo decir lo mismo Jack, no me hace mucha gracia encontrar a
mi hija de madrugada sentada en él porche hablando de esas cosas con un chico
del que no se nada.
-Señora...
-No me llames señora-Se indignó.
- Siento mucho la situación en la que me ha conocido, yo no soy
así.
-Segurísimo... ¿Tengo que creerte? Te recuerdo que yo también he
sido adolescente.
-Solamente nos ha pillado en un momento de pasión desenfrenada.
-¿Pasión desenfrenada?-Preguntó mi madre frunciendo el ceño.
Jack había mentido ya tanto la pata que lo creía todo perdido.
-Vamos, Kate... No seas así de dura, a ti te encantaba que
te dijera ese tipo de cosas.-Dijo Rain por detrás entre risas.
Bien, la familia al completo.
-Yo soy Rain, él novio de la madre de Nathaly-Dijo Rain
extendiéndole la mano a Jack para saludarle.-Encantado.
Jack hizo lo mismo.
-Creo que es hora de irse a dormir.-Dijo mi madre-Buenas noches a
todos, Nathaly despídete y vete a la cama.
-Voy mama.-Dije entre suspiros.
Mi madre entró por la puerta, tras ella iba Rain con una cara un
poco extraña. Entornaron la puerta y se oía cómo subían por la escalera
cuchicheando y analizando la situación.
-Buena manera de conocer a tu madre.-Dijo Jack entre carcajadas.-Lo
siento de verdad.-Añadió.
-Tranquilo, le has caído bien.
-¿Me tomas él pelo?-Preguntó Jack.
-No, te quiero. Mañana nos vemos-Le dije mientras le tendía un
beso en la frente.
-Adiós.-Me susurró Jack al oído.
Cuando Jack se marchó vi cómo mi madre apagaba la luz de su
cuarto y se acostaba. Entré en casa y fui directa a la cocina, abrí la nevera y
me preparé un enorme bocadillo.
Lechuga, tomate, pollo, mayonesa, kétchup, mostaza, pepinillos y
queso. Con él hambre que tenía tarde muy poco en devorar aquel pequeño manjar.
Cuando me dispuse a subir a mi habitación para por fin acostarme me entró eso a
lo que muchos llaman “vaguería”. Me tumbé en él sofá y me cubrí con una pequeña
mantita.
Me desperté por la mañana, mire él reloj que estaba encima del
televisor y me tranquilicé. Las diez y cinco minutos. Entré de nuevo en la
cocina y vi que todo estaba limpio. Mi madre ya se había marchado.
Pensé en desayunar pero después del bocadillo de anoche pocas
cosas me cabían en la tripa. Vi que mi madre había preparado una jarra de zumo
de naranja, sin pensarlo dos veces me serví un vaso. Cuando estaba dispuesta a
tomar una ducha sonó él timbre. Confusa ante aquella inesperada visita
volví a mirar él reloj. Las diez y quince minutos. Me acerqué a la puerta y
abrí.
-Novata, buenos días.-Saludó Debora llena de energía.
-Hola-Contesté confusa.
-¿Qué tenemos de desayunar?-Preguntó.-Es broma, desayunaremos en
él centro comercial, ¿Estas lista?
-Debora acabo de levantarme.-La respondí.
-Gracias a dios, creía que ibas a ir con esos pelos al centro
comercial.
-Siéntate en él sofá, enciende la tele o haz lo que sea, yo voy a
ducharme.
Me duché lo más rápido que pude por miedo a oír los gritos de
Debora metiéndome prisa. Cuando salí de la ducha y mire por él hueco de las
escaleras hacia él salón buscando a Debora con la mirada me encontré lo que
esperaba. Debora no estaba.
-¿Debora dónde te has metido?-Grité.
-Estoy en tu habitación-me respondió.
Entré en mi habitación y vi algo que me desconcentro, nunca,
nunca en toda mi vida habia estado tan desordenada.
-Te he dejado sola durante menos de veinte minutos y has hecho la
tercera guerra mundial en mi habitación. Deberías presentarte a algún concurso
de esos.
-Tienes ropa muy bonita-Me dijo mientras sostenía una de mis
camisetas favoritas.-El problema es que no tienes ni idea de combinarla.
-Voy a vestirme-Suspiré-¿No prefieres esperarme en tu coche?
-Claro, lo que tú prefieras-Dijo Debora-Voy a coger un poco de ese
zumo de naranja que tienes en la cocina, espero que te importe.
-Claro, no me importa –Dije susurrando y haciendo burla a Debora.
Me vestí rápidamente para poder impedir que Debora destrozase lo que
quedaba de mi casa, bajé por las escaleras y vi que todo seguía en orden. Cogí
mi bolso y salí de casa.
Debora me esperaba sentada en él coche, llevaba ya puestas sus
gafas de Prada y cantaba al ritmo de la radio.
-Vamos novata, que llegaremos tarde.
-¿A dónde?-Pregunté confundida.
-Déjalo, nunca lo entenderás. Entra en él coche.
Entré en él coche, me abroche él cinturón y Debora arrancó. Piso
él acelerador y pusimos camino al centro comercial. Por él camino no
intercambiamos ninguna palabra, la radio sonaba a todo volumen y tampoco me
apetecía mucho hablar con ella. Saqué mi móvil del bolso y miré a ver si
tenía alguna llamada de mi madre. Para mi sorpresa no vi ninguna llamada de mi
madre, sin embargo, ahí estaba, un mensaje de Keith. ¿Qué es lo que quería
esta vez? Abrí él móvil lentamente y poniendo cara de indiferencia para que
Debora no me preguntase, busque él mensaje en mi bandeja de entrada y le
leí.
-“Gracias por todo lo que has hecho por mí, no se dé que manera
puedo agradecértelo, siento la metedura de pata que tuve. Nos queda una
conversación pendiente”.
-¿De quién es ese mensaje que lees tan detenidamente?-Preguntó
Debora.
-De nadie.-Contesté mientras que borraba él mensaje.
-Ya hemos llegado Novata.
Miré por la ventana y me sorprendí. Nunca había visto un centro
comercial de tales dimensiones. Eran tres veces más grande que un campo de
futbol. Para mí en Dakota ir de compras significaba ir a las tres tiendas
que había al lado de la gasolinera, comprarme una camiseta y volver. Si había
algo de suerte caían dos camisetas.
-Vamos primero a mirar algún vestido, después iremos a ver la ropa
del viaje de fin de curso.
-¿Un viaje de fin de curso? no he oído nada sobre eso.
-Nadie lo ha oído, lo prepara él comité de fiestas, es él primer
año que organizan algo así. Yo lo sé porque formo parte de ese comité-Contestó
Debora orgullosa.
-Vamos entonces-Dije con una sonrisa. La verdad es que me hacia
bastante ilusión, en ningún momento llegué a pensar que un centro comercial
podía ser tan grande. Abrí mi cartera y me asegure que mi tarjeta de crédito
estaba allí. No era una tarjeta de crédito normal, era la tarjeta de crédito en
la que mi padre me ingresaba todos los meses algo de dinero.
Cuando me dispusé a cerrar mi bolso y a darlo todo en aquel
día de compras sonó mi teléfono móvil.
-Apágalo, será mejor-Me aconsejo Debora.-Esto necesita toda la
concentración de una.
-Espera-Dije mientras miraba de quien se trataba-Es Jack.
Sin pensarlo dos veces, pase del consejo de Debora y descolgué
aquella llamada.
-Hola Jack, ¿Qué pasa?-Pregunté.
-Shamara. Eso es lo que pasa.